Asistí la noche del sábado 18 a una gala más del nostálgico Festival de Eurovisión, y digo nostálgico porque cualquier tiempo pasado en este festival de la canción fue siempre mejor. Atrás queda la época en la que había sólo países occidentales, jurados que calificaban (no siempre acertadamente) las canciones y las canciones mejor cantadas solían llevarse el primer premio.
Digerí el festival como pude, casi todas las canciones eran aburridas y empalagosas, de estribillo facilón y tres cuartas partes de los países optaron por cantar en inglés, para hacerlo más aburrido aún.
Vivimos en la sociedad de la imagen, la cual eclipsa todo, incluida la música, una imagen vale más que mil palabras. Ahora ya no es necesario cantar bien o mal, sino que basta con parecerlo, añadiéndole una gran coreografía y puesta en escena, una canción medianamente decente puede recibir casi 300 puntos.
Por eso el festival de Eurovisión debería de llamarse Festival de Promovisión, porque lo que se busca es, por encima de todo, promover una cara, una marca, un baile, un vestuario, una cantante, y un país determinado, es una ventana al marketing.
Ya puede ser el país una pésima democracia, o un ejemplo de desigualdades sociales, que se promociona de manera impecable, ahí está el talento rumano para promocionar su país enviando ingeniosas puestas en escena o Grecia, enviando a sus mejores artistas y voces, el Festival de Eurovisión se vive en estos países, al igual que en los países escandinavos o del este de Europa, como si de un evento mundial de gran calibre se tratase. Lo contrario sucede en el mundo occidental, románico y anglosajón, donde las derrotas de los últimos años han hecho perder cualquier atisbo de esperanza.
España lleva acudiendo al festival desde 1961, dos veces consecutivas ha ganado el festival y en cuatro ocasiones ha estado a punto de conseguirlo (1971, 73, 79 y 95). De 2004 a 2012 sólo se ha alcanzado un décimo puesto y desde 2005 se ha quedado en las últimas posiciones del marcador.
Convendría que RTVE se plantease la posibilidad de plantarse y dejar de hacer el ridículo en este pseudo festival donde la mejor canción ya no gana, porque la canción de Dinamarca era sosa a más no poder y no ofrecía nada nuevo, un tributo a Shakira tal vez, y la canción ucraniana, la mejor de la noche, tan sólo alcanzó la tercera y merecida posición.
España debería de pegar un golpe en la mesa y decirles a estos señores de la UER que nos vamos, que vamos a optar por reanudar el festival OTI de la canción para todo el continente americano, el cual no se celebra desde el año 2000, ahí están nuestros lazos, con el nuevo continente, no con la vieja Europa que siempre nos ha envidiado por descubrir América, denostado por ser demasiado guapos y bravos y boicoteado todo intento de superarnos a nosotros mismos.
Hay demasiados países en Promovisión promocionándose y nosotros ya no pintamos nada, somos una nación demasiado vieja con una riqueza cultural y musical que no tiene esta Europa gris y multicultural, se hace cada año la pantomima de enviar a cantantes de escaso talento, sin voz, horteras y macarras, payasadas, truños, bostezos y tormentos al oído, se hace hincapié en enviar lo peor que tenemos en el país para hacer el peor de los Marketing, devaluar más aún la marca España.
Es año tras año la misma verguenza ajena de ver tanto sofoco, de sacar menos puntos que en la compra de Carrefour y ver como pagamos más que el resto (junto con Francia, Italia, Reino Unido y Alemania) por participar y ser humillados, parte de la culpa nuestra por enviar semejantes esperpentos, que luego dicen que es que era un tongo.
Tongo o no, con mejores o peores canciones, con más o menos países, España debería de hacer lo que en su momento hizo Italia, o lo que ha hecho este año Portugal, darles la excusa de la crisis que aún se padece en el país ibérico para no volver a tomar parte en este festival de marketing, compra de votos, trampas y votos entre vecinos, donde la voz y la canción es lo de menos, lo importante es cantar y ser feliz.
A ver quién es el osado que se atreve a decirles a los de la UER (Unión Europea de Radiodifusión) que no vamos el año que viene, que nos vamos a México o Florida a organizar el festival OTI 2014.
Para eso hay que tener lo que en España no hay en estos momentos,  agallas.