Me viene a la cabeza, mientras escribo éstas líneas, la famosa novela de Frank Kafka La metamorfosis publicada en 1915. 
En ella, se nos cuenta la historia de Gregorio Samsa, un comerciante de telas que vive con su familia a la que él mantiene con su sueldo, quien un día amanece convertido en una criatura no identificada claramente en ningún momento. Se despierta una mañana como un gran insecto. Tras la metamorfosis, Gregorio se encuentra incapacitado para trabajar. Esto obligará a su padre, a su madre y a su hermana a trabajar. Gregorio sufrirá la incomprensión por parte de toda su familia, que poco a poco irán despreciándolo más e intentando verlo como a un insecto y no como a su familiar.
Al Estado español le ha ocurrido algo semejante que al protagonista de la novela kafkiana, primero ha sido un Estado que ha mantenido a todo tipo de individuos, inmigrantes, estudiantes, independentistas, parados, familias, trabajadores, empresarios, etc., y ahora que es un estado enfermo, deficitario, roto, resquebrajado, muchos de los anteriormente citados, le dan la espalda.
Por un lado los nacionalistas, quienes en 1978 apoyaron masivamente la Constitución española, aprovechan ahora la coyuntura económica del país para pedir a gritos la independencia con la excusa electoral y propagandística de que en una Cataluña libre les iría mucho mejor.
Por otro lado algunos inmigrantes, como los que un servidor ha visto en un viaje en metro, se ríen de la situación, pues, o bien ya han hecho todo el dinero que deseaban hacer (pidiendo en su momento créditos a los bancos españoles y ayudas) o bien, en el caso de los que mencionados, son estudiantes cuyas carreras han sido costeadas con becas españolas del Ministerio de Educación, y que esperan el último año de carrera a terminar sus estudios e irse del país, como decía uno de ellos: “Y que den gracias a que les van a dar 100.000 millones de euros”. Una clara muestra de ingratitud por parte de una gente que fue acogida en su día, estoy hablando de jóvenes africanos matriculados en universidades españolas.
Luego hay los que le dan la espalda al Estado español actual porque son favorables a un posible federalismo, un estado tipo Suiza, dividido en cantones o regiones, o un Estado como Estados Unidos de América, con pequeños mini estados dentro del gran Estado.
Los más reaccionarios son firmes defensores de la unidad de España, por tanto no apuestan por ninguna opción que divida aún más de lo que está, al país, se mantienen en la creencia de que el centralismo, como en Francia o Italia, es la fórmula más eficaz.
Vivimos una época, la de ahora, la actual, en la que España ha llegado al límite de su vieja crisis de identidad como Estado Nación. Una crisis que habría que buscarla atrás en el tiempo, y que su origen podría ser el año
1898. cuando tuvo lugar la pérdida de las últimas colonias del Imperio, Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, a favor de los Estados Unidos de América, este desastre tras la guerra hispano-americana, trajo consigo una crisis moral, del ego, lo cual supuso un gran complejo de inferioridad, del que en mayor o menor medida, España no se ha repuesto aún.

La crisis económica que perdura en España, cuando el resto de países europeos ya han superado esta crisis, y la crisis política de la fórmula del Estado de las Autonomías, plantea la necesidad de un cambio, de una metamorfosis política que nos lleve hacia una nueva forma de administrar el Estado español de manera eficaz, justa y mitigando de una vez por siempre, los dolores nacionalistas.
Este cambio provoca dos reacciones distintas en el pueblo español, el pasotismo o indiferencia y la revolución, la cual puede ser de dos tipos, los que quieren una revolución desde arriba, política, de acuerdo a la Ley y con la Ley, y los que son proclives a una revolución social, desde abajo, enfrentando el Sistema, como por ejemplo los manifestantes del pasado 25 y 29 de septiembre en Madrid.
La revolución desde abajo es un auténtico despropósito y conduciría a un sublime desastre, sí es cierto que la Revolución Francesa funcionó en 1789, pero eran otros tiempos, donde había que acabar con el Antiguo Régimen, el régimen con el que hay que terminar ahora no es un régimen feudal ni viola derechos fundamentales de los individuos, todo lo contrario, con sus errores y logros, podemos decir que vivimos en una democracia consolidada y real.
Una revolución desde abajo sería una revolución sin ley, sería el anarquismo del pueblo, como en épocas pasadas en la Rusia imperial de los zares, o como en la Rumanía de Ceaucescu de 1989, o como en Irán en 1979 cuando el pueblo derrocó al Sha. No funcionaría, porque nos llevaría a un enfrentamiento civil entre hermanos, sería un epílogo a la cruenta Guerra Civil.
No hay cosa que más teman los americanos que la revolución, sobre todo porque las revoluciones se cargan todo lo construido, atentan contra los intereses económicos y llevan a una situación caótica de injusticias humanas y aberraciones políticas, esto queda muy bien reflejado en el libro de Alexis de Tocqueville, “La democracia en América” (1835-1840).
La revolución ha de hacerse desde arriba, una revolución política, una gran metamorfosis, con la Ley y sobre la Ley, siguiendo el modelo político de nuestra Transición que siguió al régimen franquista, ha de hacerse con un gran esfuerzo de cohesión, de integridad y honestidad, dejando de lado los intereses particulares y poniendo el bien general y el interés de todos por encima de cualquier otro asunto.
Esa nueva transición tiene que regenerar el Estado de arriba abajo, no de abajo a arriba, tiene que hacerlo desde lo más alto, es decir, reformando la Constitución, que es la norma máxima y fundamental de un Estado de Derecho como es España.
Reformando la Constitución ha de hacerse hincapié en reformar la división y administración del Estado, que quede claro si se va hacia un modelo federalista o un modelo centralizado. He de decir que no soy partidario de un modelo federalista porque España no esta preparada para ello, un modelo federalista traería una nueva Yugoslavia como la de Tito, y ello desembocaría en guerras civiles por intentos independentistas. No es viable en absoluto el modelo federalista pues España como Estado Nación no fue concebida como modelo federal desde sus inicios, algo que sí ocurrió con los Estados Unidos de América.
Dentro de la reforma de la Constitución ha de reformarse la Ley electoral y el sistema de voto, que haya una ley más justa a la hora de establecer el número de diputados por cada región y el porcentaje de votos para diputado. Ha de modificarse la composición del Congreso, suprimirse el Senado, eliminar las diputaciones provinciales, las autonomías, los gobernadores civiles o comarcales, eliminar la oficialidad de las lenguas vernáculas (gallego, catalán y vasco) para que no se fomente el bilingüismo y el radicalismo a la hora de darle un peso más importante a la lengua vernácula que al castellano en determinadas regiones como está sucediendo. Véase países como Francia, por ejemplo, donde catalán, vasco, bretón, occitano o provenzal son lenguas no reconocidas por la Constitución francesa y no ocurre absolutamente nada, se hablan igual, se utilizan y no se hace de estas lenguas un motivo político.
El siguiente paso a esta reforma de la Ley suprema, la llamada Constitución, es la convocatoria de nuevas elecciones, donde haya un gobierno plural y que represente a todas las tendencias, los cuales modificarán las leyes, haciéndoles más justas, como por ejemplo reformar el sistema educativo (el peor de Europa y uno de los peores del mundo), crear leyes que protejan a los consumidores y ciudadanos, aumentar la inversión en I+D, subir los salarios (los más bajos de Europa) y ajustar los precios (los cuales subieron con el euro) y no se adaptan al tipo de salarios, crear empleo, crear industria para poder crear empleo y un largo etcétera de leyes y mejoras desde una idea clara de Estado, no dejando ningún hueco a los nacionalismos ni a los intereses particulares.
Los miembros de este nuevo Parlamento y Gobierno deberían de ser personas intelectuales, ligadas a la cultura, sin ánimo de lucro o intereses partidistas, personas que mirasen por el bien del pueblo.
Juntos se puede salir de una crisis, por separado no, la unión hace la fuerza dice el dicho, para poder realizar este gran cambio o metamorfosis, es decir, para pasar del estado de este Estado a uno mucho más favorables, tenemos que tener claro, a priori, si queremos una España o cincuenta y una.
Llevamos ya mucho tiempo siendo el hazmerreir de medio mundo, solamente cuando hemos estado unidos de verdad por una causa, se han conseguido logros