Pasa España por sus
horas de descrédito más bajas a pesar de la ligera recuperación
económica. Dejando de lado lo mucho que nos quiere Standard
& Poor, lo único que le quedaba a España de dignidad, la institución
monárquica, ha terminado por convertirse en la Urdangarinada del
siglo. Juan Carlos I no es ni la sombra de lo que fue y se empeña, como
buen Borbón, en seguir al pie del timón. Para salvar a la monarquía el Rey
tiene que abdicar en su hijo Felipe y, éste a su vez, convocar un referéndum
para preguntarle al pueblo qué desea, si continuar con la monarquía
constitucional o cambiar a una república. No vale la abdicación sin el
posterior referéndum, pues la última vez que se hizo fue en 1978 y con la
intención de aprobar la vigente constitución, al actual Rey realmente no
se le eligió, se le ratificó en su cargo aprobando la Carta Magna. Con
Felipe y Letizia habrá que pensarlo dos veces. Los Borbones han pecado siempre
de poseer una mínima inteligencia y como estadistas han sido horrorosos, a
excepción de Carlos III. No los quieren en ningún país, de hecho son las
únicas dinastías reinantes las de España y Luxemburgo, a eso ya estamos
acostumbrados, a que lo que no quieren en Europa lo acabemos aceptando
nosotros.