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domingo, 20 de octubre de 2013

El asco


Que a una persona le dé asco ser español es inverosímil, tanto como si el asco le fuese producido por el mero hecho de ser chino, marroquí, estadounidense o mongol. No hay una nacionalidad mejor o peor que otra, todas ellas tienen sus virtudes y defectos.

Digo esto a propósito de las desafortunadas declaraciones del cómico Alberto Pla durante su estancia en Gijón. En España hemos evolucionado del “me averguenzo de ser español” de Fernando Sánchez Dragó al “siempre he sentido asco de ser español” de Pla.

Y digo desafortunadas porque lo más adecuado hubiese sido decir que te da asco España, no ser español. Que te dé asco España en ésta época de crisis, recortes y vacas flacas que nos ha tocado vivir es no sólo una emotiva expresividad del ser sino una contribución a la colección de improperios que recibe nuestro estado nación desde hace un lustro.

Me contó hace muchos años un amigo italiano una anécdota, él me decía que había emigrado a Londres proveniente de la region Toscana en el norte del país transalpino, y que para él había supuesto una liberación el hecho de haber migrado a Reino Unido, pues desde niño, sufrió el acoso y vejaciones de sus compañeros de colegio e instituto, los cuales le vejaban por ser diferente, diferente en todos los aspectos que uno puede imaginar, es decir, era demasiado moderno, demasiado guapo, con una de esas caras no sólo demasiado bellas para ser italiano, sino para Europa, una cara diferente, peculiar, y sus amistades le hicieron sentir un patito feo, por su orientación sexual no aceptada en un pueblo de provincias de gente conservadora, en realidad, Stefano no se correspondía con lo que tenía (y tiene) que ser un italiano típico de interior.

Con el paso de los años, y ya cuando Stefano prosperó en Londres, se compró un buen coche, un flamante vehículo de color rojo a la última moda y se lo llevó a su tierra por carretera yendo por el Canal de la Mancha, Francia, atravesando Suiza, etc. para poder impresionar a toda aquella gente, que, ahora ya adultos, le habían hecho la vida casi imposible.

Cuenta Stefano que en los primeros días de estancia, la primera puñalada se la dieron en la espalda sus compatriotas, puñalada trapera, mientras estaba tomándose un café con sus primos, el coche fue rajado de un lado a otro con una navaja, incluído el maletero y la puerta del motor, todo ello hecho con ensañamiento, en la parte del motor se leía a navajazos la palabra “finocchio” (término con el que se acuña despectivamente a los homosexuales en Italia).

Desde entonces Stefano siente asco por Italia y por algunos italianos, porque no esperaba tal vil acción, la envidia de sus propios compatriotas quedó manifiesta en aquel navajazo al vehículo, desde entonces siente asco por su propia gente, pero no siente asco por ser italiano, se siente muy orgulloso de serlo, de pertenecer a una cultura milenaria que tantos aportes ha dado al mundo mundial a lo largo de la historia.

En el caso de España está muy bien sentir asco por nuestros nefastos politicos que nos mal representan, o sentir asco por la Monarquía y todos sus integrantes, sentir asco por un partido politico en concreto, sentir asco por el ejército o la Iglesia, o sentir asco por el país entero por considerarlo un país mediocre en el plano internacional, político y gubernamental, pero nunca ese asco puede ser infundado por la locura del nacionalismo, ya sea vasco o catalán, que le lleve a uno a sentir asco de ser lo que es, es decir, español, uno mismo, porque eso significa que reniegas de tí mismo, y si uno reniega de sí mismo, tiene varias opciones, una sería cambiarse de de nacionalidad, yo he tenido esa opción desde hace muchos años, convertirme en británico supone unas mil libras esterlinas, para ello uno tiene que renunciar a su nacionalidad de origen (la española) y naturalizarse británico para poder solicitar el pasaporte de Reino Unido. Tuve (y tengo) esa oportunidad, pero por mucho asco que yo sienta por España como país y por algunos españoles que daños me hicieron en el alma, no lo he llevado a cabo nunca ese paso porque tengo muy claro lo que soy y mi asco, a diferencia del de Albert Pla, no viene motivado por la distorsión de la realidad que se crea en Cataluña con respecto al resto del Estado español, mi asco es real, motivado, pero es un asco de razón y con razón, el asco es por no sentirme identificado con un país de pacotilla que nadie toma en serio en el mundo, ahí está la falta de asistencia de once jefes de estado a la Cumbre Iberoamericana de este año, por ejemplo. Es un asco histórico, anecdótico, personal, motivado y donde un servidor podría dar millones de ejemplos, pero no siento asco de ser lo que soy, español, porque si fuese británico en lugar de español, sentiría el mismo asco también.

Me da asco el asco nacionalista que sienten algunos nacionalistas hacia el resto del conjunto de la nación española, uno no puede sentir asco por Galicia y amar Cataluña o sentir asco por Madrid y amar sólo Euskadi, eso no es asco, eso es nacionalismo radical provocado por la malformación histórica y política que sufren los habitantes de estas bellas tierras por parte de los políticos de turno.

Albert Pla se equivocó de lugar y hora para manifestar tal improperio, en el bravo Gijón, la ciudad más poblada de una tierra que fue reino antes de que España existiese, y que inició la Reconquista y posterior repoblación de la meseta cuando se terminó de expulsar a los árabes de la península, si de algo carece un asturiano es de sentir asco por ser español, es asturiano, pero sobre todo español, pues por Asturias ha pasado la historia y nadie la ha malformado a su gusto, es lo que hay, con Pelayos y Francos.

Los artistas deberían de dedicarse más a lo que hacen y alejarse de la política, porque todo lo que toca la política lo contamina, Albert Pla puede ser un buen o mal actor, para gustos hay colores, pero es un artista politizado, pues su asco proviene de su nacionalismo, él preferiría ser simplemente un actor catalán, sin DNI español, en un país independiente llamado Catalunya, pero como este proceso es inviable e inaceptable, a él le provoca asco ser lo otro, que es lo real, ser español y catalán.

lunes, 1 de abril de 2013

Reivindicar el papel de España en la historia de EE.UU




Cuando uno toma prestado un libro de Historia de los Estados Unidos (lo que los estadounidenses denominan 'Historia de América') y comienza a leerlo, puede perfectamente comprobar como el término España no aparece por ningún sitio. Incluso países que han tenido una presencia minúscula en la historia de este país americano, como Rusia, Francia o Suecia, aparecen más a menudo. ¿A qué se debe este fenómeno? La historia la hacen los ganadores, en este caso los estadounidenses, y la cuentan a su manera, borrando del mapa todo asentamiento español en Norte América, es decir, los españoles nunca pasaron de México, los franceses sí. Por otro lado, la apreciación que los estadounidenses sienten por la cultura francesa, les hace adorar a este país como para exagerar las contribuciones galas. Tiene mayor cabida el Batton Rouge que todas las misiones franciscanas y jesuitas fundadas en California por los españoles. La bandera de España ha ondeado en tierras estadounidenses por más de 300 años, la británica por menos de 200. Es muy difícil encontrar bibliografía anglosajona que cuente la historia de Estados Unidos de forma veraz y detallada, España no aparece ni en las victorias ni en las derrotas, es como que los americanos se expandieron al oeste y todo selo encontraron de casualidad, cuando tres cuartas partes de lo que hoy es USA ha sido territorio español del Virreinato de la Nueva España. Los españoles siempre han sido unos abandonados con estos temas históricos y hay una gran desinformación con respecto a un  tema tan apasionante como este, el de la época de las exploraciones en América del Norte bajo los reinados borbónicos del siglo XVIII. Alguien debería de divulgar lo que nadie ha querido escribir, como decía un rey inglés: de lo que no se escribe, no se sabe. Los estadounidenses supieron aplicarse la lección, contar sólo lo que interesa, de manera hollywoodiense una historia sesgada, con errores históricos, donde no hay dato alguno con respecto al gran aporte de ayuda que hizo España a las Trece Colonias para independizarse. En España no borramos a los árabes de los libros de texto, ni a los romanos. 

viernes, 8 de marzo de 2013

Polonia




Polonia es un país precioso, pero su gente es rara, muy rara. Los polacos suelen disertar a menudo sobre la importancia histórica de su país. Que si Rusia, que si USA, que si el Vaticano, piensan que son un estado fundamentalmente importante como para tenerlo en cuenta en Europa. Recuerdo hace años una chica rubia de Cracovia, Ivona, que cada vez que hablaba con ella expresaba la coletilla "si porque en Polonia", me recordaba a Rose Nayland en Las chicas de oro con el pueblo noruego de Saint Olaf. Las polacas prefieren los hombres con dinero que les regalen joyas caras, en eso se parecen a las rusas, en Londres las llaman gold diggers (mujeres hambrientas de dinero). Cuando un hombre no las mima lo suficiente, deja de interesarles. Viniendo de un pasado con una dictadura comunista feroz, podemos imaginar cual perversa es la mente de los europeos del este, una mente sucia, inteligente, rápida de reflejos, pero cruel y con un claro síndrome del nuevo rico, del que nunca ha tenido nada por la carencia, están locos por las marcas y los diseñadores, por los móviles de última tecnología y todo lo que sea caro y esté bien visto, buscan la aprobación social porque en el fondo no se quieren a sí mismos, como les pasaba a los españoles emigrantes de hace cuarenta años, tienen un gran complejo de inferioridad. Cuando Polonia se adhirió a la Unión Europea en 2004, alguien de algún país les dijo que lo más parecido a Polonia en número de habitantes, economía y extensión era España, desde entonces han estado creyéndolo, comparándose con nosotros y, en ciertos casos, subestimándonos. Muchos polacos han dejado el Reino Unido para regresar a lo que más aman, su país, porque allí proliferan ahora las multinacionales americanas y europeas que optan por instalar sus sedes en un país donde les resulta más barato. La gente polaca subestima bastante a la gente de España, no pueden concebir como un país puede crecer tanto después de la muerte de un dictador para volver a la nada después de cinco años de crisis, cuando ellos han estado en la nada todo este tiempo y ahora empiezan a despegar.