En un principio, los organizadores franceses del Tour se empeñaron en defender a Lance Armstrong de las acusaciones de dopaje, había que borrar de alguna manera el recuerdo del español Miguel Indurain, único ciclista que había ganado 5 Tour consecutivos hasta 1999.
No es de extrañar, que en una votación reciente hecha en Francia por los máximos dignatarios del Tour de France, Indurain aparezca clasificado como octavo mejor, a lo cual, ni corto ni perezoso respondió con sarcasmo cuando le preguntaron, ¿sólo octavo? pensé que me colocarían duodécimo o decimotercero...
Miguel, por derecho propio, debe de figurar entre los tres o cuatro primeros más grandes de la Historia, junto con Eddy Merckx, Anquetil e Hinault.
Sospechoso fue en su momento que todos aquellos ciclistas que acabaron por delante de Miguelón, impidiéndole ganar su sexto Tour en 1996, dieron tiempo después positivo en los controles antidopaje. Armstrong no fue el único que se dopó pero sí el que con más sutileza lo hizo, pues burló a todas las autoridades y controles durante siete años.
La burla de Armstrong es la burla más grande en la historia del deporte moderno, han sido demasiadas victorias amañadas, demasiadas trampas, demasiado años ganando sin parar, hasta tal punto llegamos a creer que este tejano no era humano. El que hace la trampa, más tarde o más temprano lo acaba pagando, el precio a pagar es más alto que la trampa misma, en este caso se le desposée de todo lo que conquistó en esos años de velocidad.
Armstrong pasará a la Historia como "el tramposo", a lo cual añadió su prepotencia y chulería, quería borrar de la historia del ciclismo a Indurain, un corredor noble, y la propia organización le ha borrado a él.
Armstrong ha vivido por el deporte, riéndose del deporte, y el propio deporte se lo ha engullido a él.
No se le va echar de menos, por lo menos por parte de los aficionados, los cuales nos sentimos insultados.
Indurain por siempre.