Amparo Rivelles fue la digna sucesora de sus padres, los grandes cómicos (que era como se llamaban entonces) Rafael Rivelles (1898-1971) y María Fernanda Ladrón de Guevara (1896-1974).
Aprendió el oficio desde niña, en la compañía que dirigía su madre, la cual la corregía siempre a pesar del aplauso del público, para que se perfeccionase como actriz.
Amparo Rivelles no fue sólo una gran intérprete de cine, teatro y televisión, sino que fue además una gran belleza, fue el epitafio de la elegancia en el séptimo arte español, y llevó la dignidad a una profesión donde no siempre se hacen Buenos trabajos.
Trabajó con los más grandes, incluyendo a Orson Welles y Tulio Demicheli, vivió durante casi 25 años en México, donde se convirtió en “La señora Doña Amparo”, siendo la diva de varias telenovelas o seriales que ella puso de moda encabezando grandes repartos de actores, como “La hiena” (1973), o “Lo imperdonable” (1975), etc.
Vivió su vida como quiso, siendo una mujer libre, tuvo en México una hija de soltera, María Fernanda, a la que llamó como su madre, y a los 49 su hija la convirtió en abuela.
Regresó a España con las maletas en 1981 para seguir cosechando los mejores éxitos de su carrera en televisión (“Los gozos y las sombras”), cine (“Esquilache”), teatro (“Hay que deshacer la casa”) y hacerse con los premios más importantes de la profesión.
Ya en su ancianidad, la Rivelles seguía gozando del cariño del público, que nunca la dejó de querer, su rostro, no sólo era el de la mujer que ha vivido una vida larga y fructífera, sino el rostro de la dulzura, del amor, pore so, no hay compañero de profesión que hable mal de ella.
Doña Amparo se ha ido de entre nosotros llevándose el cariño, el respeto y la admiración de toda España.
Gracias Amparo, por los grandes momentos que nos has hecho pasar viendo tus trabajos.