Ayer el canal Paramount, aprovechando que era el día del trabajador en España, prescindió de emitir las habituales películas del oeste para proveernos con una larga relación del cine conocido como“quinqui” (del inglés kinky = perverso, degenerado, pervertido). Ya que los trabajadores descansaban, nos proyectaron un cine de vagos, de aquellos que nunca hincaron el codo y vivían de robar para subsistir y pagarse sus vicios. Pícaros y delincuentes que la sociedad ha convertido en heroes de un país como éste tan contradictorio. Cuatro películas visualicé con gusto, algunas de ellas no las había visto antes, “Yo, el vaquilla” (1985) y la trilogía del Torete, “Perros callejeros” (1977), “Perros Callejeros II” (1979) y “Los últimos golpes de El Torete” (1980). Todas ellas dirigidas por José Antonio de la Loma. Cine de la transición, de realismo social, de destape, cine atrevido con actores no profesionales que se interpretaban a sí mismos, todos ellos muertos antes de los 40 como consecuencia de la heroína. Me dejaron un mal sabor de boca por ser de una estética feísta, desagradable, que refleja una realidad, la de los barrios marginales de aquella Barcelona donde se instalaron los inmigrantes andaluces. Todos estos pícaros vivieron una época que no era la suya y sucumbieron a la plaga de la droga. Cuando el Torete se gastó el dinero que hizo con las películas y se libró de juicios y condenas, se fue a vivir a Murcia, donde se casó y tuvo una hija, pero para entonces ya había contraído el sida y murió a los 31. El Torete descansa en un nicho del cementerio de Montjuic junto a su hermano Basilio. El Vaquilla tuvo mejor suerte, ya que su tumba en el cementerio de Gerona está casi al lado de la del ex-ministro Laureano Figuerola, creador de la peseta. Paradojas de la vida.
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sábado, 2 de mayo de 2015
Quinquis
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martes, 22 de julio de 2014
Vulgar
Es más vulgar ésta España nuestra que la de la época de Franco. La democracia
trajo la partitocracia y la partitocracia trajo la corrupción del todo, y con
ello muchos se pusieron medallas, la meritocracia de hojalata trajo el gusto por
el mal gusto. Es patético admitir que en aquella dictadura gris de un país
triste había caballeros con traje que se preocupaban por las damas, sí, porque
si no tenías un traje no eras nadie, caballeros bajitos con traje que
fumaban cigarros o habanos y damas con perlas que eran el colmo de la feminidad,
no como las de hoy en día que tienen modales de camionero. Hemos transitado mal
de la dictadura a la democracia, a lo bestia, se liberó todo demasiado rápido
que no dio tiempo a analizar si la movida tenía algún glamour, si el porno en
vhs era mejor que el destape, si Telecinco es mejor que el nodo o si los
borbones han sido más honrados que los Franco. Hemos pasado de una España que
anhelaba ser un país libre a una España bizca, coja y sinverguenza. Bizca porque
sus gobiernos no son capaces de ver los verdaderos problemas, coja porque es una
España de taifas, y dos de esas taifas han avisado que se marchan y sinverguenza
porque son los únicos que aparecen en los medios de comunicación, sobre todo en
las cadenas privadas, y la sociedad ha copiado ese modelo, lo ha asumido como
propio y no somos capaces de exportar otra cosa que no sea mediocridad. El
complejo de inferioridad es tan grande, que aún no se ha descubierto cómo
cambiar el modelo económico de país y que deje de ser un país camarero.
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