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sábado, 23 de noviembre de 2013

La losa de Franco



La losa de Franco pesa más de 1500 kilos, está de un color blanco ensuciado y por el aspecto cualquiera diría que tiene unos 38 años.

El español medio no pasa ni posa ante la losa del anterior jefe de estado, es algo tétrico, ya que aunque yace su cuerpo diminuto debajo de la losa, su fantasma aún pesa sobre la mente de muchos que le odiaron y le temieron en vida, véase expatriados, repudiados, acusados, marcados, exhonerados, encerrados, torturados, humillados, exiliados, retornados, fugados…

Es esta losa muy pesada como para hacer algún esfuerzo y levantarla, demuestra la losa lo que es España, un país vencido, de vencedores y vencidos, en su más típica version cainita de odios y pasiones toreras, un país de cobardes, que en 40 años no supieron plantarle cara al tirano. 

Mirando a Inglaterra o Francia, podemos observar que en su historia tienen revoluciones sociales en las cuales cambiaron el modelo de sociedad, sobre todo en lo que se refiere a la segunda, donde no hubo miramientos para con el clero o la aristocracia, se impuso un modelo social de justicia e igualdad.

El dictador gallego es el personaje más oscuro de nuestra historia, gracias a él aún estamos pagando caro el retroceso padecido en los mejores años del siglo XX cuando otros países europeos gozaban de aires de libertad.

La losa de Franco es demasiado pesada para quitarla, y más aún para borrarla, si no hubo valor en vida para derrocarle, menos aún lo hay hoy para eliminar el esperpento del Valle de los Caídos y trasladas sus restos a un cementerio normal como el de El Pardo. Ni en Alemania ni en Italia hay tumbas faraónicas de Hitler o Mussolini.

La losa de Franco pesa sobre las conciencias de unos y de otros, para aquellos cuyos antepasados vivieron bien a la sombra de la dictadura, nos reescriben la historia contándonos la version de que Franco trajo la democracia, para los otros, Franco no fue más que un carnicero hambriento de poder y que se perpetuó en dicho poder hasta su muerte.

La losa de Franco es demasiado vergonzosa y pesada, su lastre es horrible, es el recuerdo, la pesadilla de 40 años de falta de libertades, Franco fue un dictador que no toleraba que otros tuviesen libertad, un militar que dirigió España como si fuese su cuartel.

En España en más de 30 años de democracia no ha habido valor por parte de ningún gobierno para juzgar los responsables, si los hubiese, de los crímenes de la dictadura franquista, como si lo ha habido en países como Argentina o Chile.

El café para todos se sirvió con leche rancia y el corte de digestion fue una tremenda decepción, se tuvo grandes consideraciones con la familia de este caudillo que se creía un salvador de la patria y no era más que un hombre acomplejado, rencoroso y asexual.

El 23 de noviembre de 1975 era domingo, y Juan Carlos ya era rey, y como tal presidió aquel funeral de pompa military y glamour de cadetes y guardia mora donde ningún jefe de estado extranjero acudió a excepción de Pinochet, Imelda Marcos y Rainiero de Mónaco.

Cuando colocaron la losa metieron dentro el cuerpo muerto de un hombre que nunca pensó en devolverle al pueblo lo que él le había quitado, aunque su nieta María del Carmen si hacía lo que le daba la gana dejándose las bragas por los mejores hoteles.

La losa del General Franco es la de un personaje oscuro y siniestro, que nunca salió de España ni aceptó nada que proveniese del exterior, por considerarlo peligroso.

Me pregunto hasta qué punto puede haber descansado en paz un hombre que firmó tantas penas de muerte mientras tomaba café.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Crónica de una muerte anunciada



No por esperada deja de sorprendernos la muerte de Hugo Chávez, el dictador que ha gobernado Venezuela con mano de hierro desde 1999.
Hace aproximadamente un año y medio tuve la inmensa suerte de ser uno de los privilegiados en leer una información filtrada por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, los cuales practican el espionaje en medio mundo, con especial atención a los países del cono sur de América.
Dicha información era contundente, a Chávez le quedaban dieciocho meses de vida. La profecía se ha cumplido. No ha fallado. Matemáticamente han dado en la diana los gringos. Ni un mes más ni un mes menos. Nunca se me olvidó esa noticia cuando la leí, al principio quise pensar que era una de esas pseudo noticias del estilo al as que se pueden ver a veces publicadas en yahoo pero no, los yankies sabían que al tirano le quedaba menos de dos años, que no hay cáncer de colon al que se pueda sobrevivir.
Durante el último año y medio, nos han estado vendiendo humo desde Venezuela, el Gobierno de la Nación, los médicos, los allegados, todo en el más enigmático secretismo, nada debía de saberse, sólo que Chávez se iba a operar en Cuba, y así ha sido, hasta cuatro veces, y que le ponían radioterapia y quimioterapia, pero nada que pudiese presagiar sobre la gravedad de su dolencia.
Es decir, que están más y mejor informados en Estados Unidos que en la propia Venezuela, en USA cual horóscopo ya sabían del destino del mandatario venezolano con mucha antelación, en Venezuela, querían creerse que era una típica historia de esas de telenovelas que tan a menudo observan en televisión con un claro final feliz, querían pensar que Dios, ese dios del ateo comunista al que se aferra el no creyente cuando tiene un pie en el más allá, le iba a salvar de una enfermedad altamente mortal.
Darle telenovelas al pueblo es una forma de mantenerle entretenido para que no piense, para que no analice si esto o aquello nos conviene, si merece la pena la revolución bolivariana, este tipo de república, o esta forma de gobernar. Se trata de crear monos, y darle cacahuetes al mono en forma de telenovela informando de manera tóxica, siempre proveyendo con una información viciada en unos medios de comunicación controlados por el poder comunista.
El gran mono, el orangután, ese hombre que se creía Dios salvador de la patria, otro dictador mediocre más a engrosar la lista de fallecidos en los últimos años, ha estirado la pata hoy, no sin creer antes de hacerlo, que podía sobrevivir a su propia enfermedad, su propia condena de vida, cuando en USA y otros muchos países, su muerte era ya la crónica de una muerte anunciada.