La semana pasada no publiqué mi artículo de los domingos por hallarme de vacaciones en la isla de Menorca.
Tuve la mala suerte de no poder disfrutar del sol en Calan Porter, pero el personal del hotel Sa Barrera, en el cual me alojé, con un trato amable y familiar, fue un buen sustituto en esos momentos de paz y tranquilidad.
Cabe decir que todos los miembros del personal del hotel son italianos, que saben cómo ganarse la confianza de los clientes, yo de hecho si algún día vuelvo a la isla, volveré a alojarme con ellos. Los italianos saben lo que traen entre manos, está claro, no en vano, España no hubiese descubierto nada en América sino hubiese sido por ese gran navegante genovés llamado Colón.
Hay una problemática en toda Menorca, no exclusivo de Calan Porter, más aún ahora con los efectos de la crisis que estamos padeciendo, y, a tenor de lo que hablé con diferentes personas del pueblo, la principal conclusión de mi estancia es que la gente de la isla no está educada en el marketing y se está perdiendo mucho turismo.
Hace años, los menorquines eran conscientes de que los clientes venían solos, fuesen alemanes, británicos o franceses, que no tenían que hacer ningún esfuerzo y que en un mes de verano, hacían el año. Pero con la llegada de internet, todo cambió, ahora el cliente, a muchos kilómetros de distancia, selecciona lo que quiere, como si de un canal temático de televisión se tratase, lo cual aumenta la competitividad, hay que ofrecer no sólo cantidad, sino también calidad.
El cliente actual está educado en internet y conoce diferentes páginas web, el negocio que funciona es aquel, que no sólo sabe promocionarse en los diferentes canales de comunicación y redes sociales, sino aquel que mima al cliente y le ofrece un producto competitivo a un precio competitivo.
Los menorquines se han quedado en el pasado esperando que vengan los clientes a caer en la trampa de comer poco por mucho precio, o pagar una gran cantidad de euros por una habitación de hotel donde no han cambiado una cortina en 30 años (yo estuve a punto de ser engañado con los precios).
Añadamos a lo anterior mencionado la gran fama de que los menorquines no son amables, lo he experimentado y puedo contarlo, se lo dije a un británico en un pub irlandés y su respuesta fue “That’s Menorca” (“Eso es Menorca”). Pues si eso es Menorca o Menorca va en esa dirección no debe de extrañarnos que paseando por sus calles observemos gran cantidad de carteles en las fachadas de restaurantes y casas que dicen “se vende”.
¿Cómo una isla que vive fundamentalmente del turismo puede tener una actitud arrogante hacia el turismo? ¿Cómo se puede vivir en el pasado sin perspectiva de futuro pensando que los clientes son tontos y no saben lo que quieren?
Debería de acudir un experto en marketing a Mahón o Ciutadella proveniente de Nueva York o Londres y explicarles a los pequeños empresarios de la isla la importancia del Marketing y de la atención al cliente, al cliente hay que darle un precio justo de un producto lo suficientemente bueno y dejarle un buen sabor de boca para que siempre regrese. No se trata, como pretende el amigo granadino que conocí en Mahón de cortar el pelo por 23 euros tras hacerte un masaje de cuello mientras te ponen música chillout sino que todo tiene que ser de una gran calidad y una gran amabilidad.
Uno está ya cansado de entrar en tiendas y restaurantes del pueblo de Calan Porter y que ni te hablen, ni te saluden, ni te digan adiós, ni te digan “buen apetito”, ni te sonrían, ni te digan nada de nada, hasta ese momento, sólo había visto una gente rara, la de Twin Peaks, pero aquello era ficción y esto es la realidad, si los españoles van poco, o casi nada, por allí, debe de ser por algo, ¿quizás este trato grosero y antipático de una gente que pertenece a España pero no se siente parte de ella por ser islas, por ello la llaman “la península” y no España?
Mal asunto, si esto sigue así, a los dueños de tiendas, restaurantes y bares de los pueblos de Menorca les queda un telediario como no cambien de actitud o no eduquen su actitud, ser amable no cuesta nada, una sonrisa se agradece, el cliente siempre tiene razón, y vivimos en un mundo lleno de competidores, no sobra ningún cliente, veamos un ejemplo de arrogancia, en mi último día fui a un local de comida rápida, y pedí unos bocadillos, la señora (menorquina, of course) me dijo que estaba abierto pero que sólo abría el local para un cumpleaños… es decir, ¿abres o no abres el bar?
Los ingleses son los más amables del pueblo y de la isla, más abiertos de mente y están al negocio, fueron los primeros que me dijeron lo de “necesitamos a los españoles de la península, que vengan aquí, los necesitamos para el turismo”. ¿Se entera un menorquín de eso o hay que darle un curso acelerado de marketing?
La arrogancia de los isleños, su crisis de identidad (pertenecen pero no se sienten de España), su ignorancia y malos modales no atrae el turismo, o el turismo de buena calidad, intentan cobrar unos precios por una comida u bebidas que no valen eso y entre todo y todos el negocio se está yendo a pique, excepto para los que de verdad saben estar al negocio y valoran cada cliente que entra y sale de sus instalaciones, los miembros del hotel Sa Barrera, una sonrisa junto al mar. Digno de visitar y de imitar por otros, siempre se puede aprender, que tomen buena nota los lugareños.