Una persona ilusa creería que en los barrios altos no se cometen robos
pero el aumento del desempleo juvenil
londinense ha provocado que nadie escape a esta nueva tendencia, la de
que te entren en casa mientras estás en la oficina. Piensa la
jovencita del bajo que los cacos, al igual que sucede en las películas, acuden
por la noche, la respuesta es no,
el ladrón de guante blanco, pero que en realidad es de origen africano, se
cuela en todos aquellos portales con cerraduras anticuadas o defectuosas de
casas victorianas en horarios de sobremesa de 2 a 4, suben las escaleras
enmoquetadas y empiezan el trabajo por los pisos superiores, con la idea de
desvalijarlos a la par. Lo peor viene después, cuando acceden al interior
del piso y descubren que no hay ni joyas ni dinero en metálico, entonces salen
corriendo dejando sus huellas en los marcos de la puerta. Los ladrones se
exponen al riesgo no obteniendo botín alguno y la víctima lo es por partida
doble, por un lado es víctima porque un servidor la ha visto desde el edificio
de al lado, y el shock que recibió era alarmante, pero por otro lado está la
acusación a la que esta víctima se ve sometida, como es extranjera, es decir,
no británica, sus vecinos de otros pisos, todos ingleses, ya le han hecho un
juicio a priori, susurros, cuchicheos, compartir informaciones, especular,
'malditos extranjeros', 'a drede', 'qué raro', 'nunca antes había pasado esto',
no se tiene consideración alguna por los sentimientos de la víctima, una
trabajadora como otra cualquiera, bella persona y noble, pero con un acento
húngaro, ni tampoco se tiene consideración por su sufrimiento. Se le hace
una campaña de desprestigio con varios dedos apuntándole antes incluso de que
se inicie investigación alguna por parte de la policía. Los vecinos que
por delante le dicen 'sorry' por detrás la denostan porque es la única que
tiene la puerta de casa, destrozada. Esas cosas no les suceden nunca a los
británicos, es lo que tiene la doble moral, que sus propios vecinos se
convierten en sus verdugos de escalera. A Eva no le han robado nada, tan
sólo unas monedas del suelto y un colgante sin valor económico pero sí
simbólico. Los agentes le han dicho que las huellas encontradas en su puerta se
corresponden con las de un chico de color robusto de nombre Ciro Magnus Marley,
ella asegura que no conoce a ningún hombre de color. Los de color mandan
mucho en el mundo, sobre todo cuando inician las acciones intimidatorias
(agredir, insultar, acosar, y robar). El peligro está ahí fuera. Los ricos
no viven en los barrios pobres por miedo a ser robados y los pobres viven en
los barrios ricos para ser robados por delincuentes miopes.