- Estoy buscando la calle de la perdida - le pregunté al anciano hombre que fumaba tabaco de liar mientras me observaba, confundido, dando vueltas en círculo y con el mapa en la mano.
- Esa calle en realidad se llama de la pérdida, lo que pasa que cuando la fueron a registrar le pusieron un acento que no debería de tener – precisó el anciano.
- A mí me han dicho que pregunte por la calle de la perdida - le recalqué.
- O sea que le han llamado muchas veces a usted por teléfono – me dijo sorprendido.
- ¿Por? No, no tengo llamadas perdidas – aclaré.
- La calle de la perdida está en Rabia, esto es Babia – me dijo.
- ¿Babia? – pregunté sorprendido.
- Sí, estamos en Babia – exclamó.
- O sea que estamos perdidos – contesté.
- No, perdido está usted, yo sé bien donde vivo, yo vivo en Babia – me corrigió.
- Pues que pena… - pensé para mis adentros.
- Ahora si lo que usted busca es la calle de la perdida, tiene que ir a Rabia, esto es Babia de la Barzana – precisó el anciano.
- ¿Y cómo se va a Rabia? – le pregunté con intriga.
- A Rabia hay que ir rabiando, cagándose en todo, usted suba en un autobús o tren y cáguese en todo, en la puta por ejemplo, y llegará a Rabia de los Cuervos – matizó.
- ¡Eso es!, algo me dijo mi amiga de unos cuervos – exclamé.
- En Rabia de los Cuervos sólo viven hombres y rumanos, señor mío. Si usted es maricón tendrá que ir a Oviedo
– me indicó.
– me indicó.
- Pero mi amiga vive en Rabia – respondí.
- ¿Y ella le espera con rabia o con anhelo? – me preguntó.
- Con anhelo, porque la voy a visitar y luego vendremos todos, Anhelo, ella y yo a Babia – le dije.
- No se vayan a perder cuando salgan de la calle de la perdida, si están ustedes perdidos eso es por estar en babia, cojan un taxi para bajar a Babia de la Barzana, si quiere pregunte por el señor Miguel – explicó.
- Muy bien, de acuerdo señor Miguel – le dije dándoles las gracias.
- No, yo no soy el señor Miguel, yo soy el señor Luis – me corrigió.
- ¿Y para que quiere que pregunte por el señor Miguel si no es usted? – le pregunté con asombro.
- Porque no quiero mucho trato con forasteros, chilenos y homosexuales, que luego nos llevan todas las subvenciones – dijo molesto.
- ¿Usted está bien? – le volví a preguntar.
- Sí, yo estoy muy bien, lo que pasa que vivo en Babia y no me entero de algunas cosas, sólo de cuando hay pinchos gratis – dijo con ilusión.
- Gracias, me voy de camino a Rabia de los Cuervos – le dije antes de despedirme.
- Buen viaje joven, buen provecho – me dijo.
- Buena labia se gasta el viejo sidrero – pensé mientras buscaba el autobús de los cagamentos.