Maldita la hora en la que se nos paró el corazón, gacela.
El tic tac deja de sonar cuando la pena se acrecienta,
ya sube la marea y el agua nos ahoga, no nos pilla preparados,
correr tan deprisa siendo jóvenes es un dulce que tienta tanto,
que a la hora de vivir con nosotros nos sentimos desubicados.
El deporte te elevó a la cima y los medios de España, de pronto, te animan,
pero cuando todo se hubo de parar, la fama tuvo que esperar,
la fama te encumbró y te escombró, un sinvivir que no termina,
ser niño prodigio, adolescente prodigio, la gente te quiere y te mima,
ser noticia continua, pero España es el hombro que no arrima,
ser un joven viejo, haber corrido deprisa, gacela, es una faena divina.
Fue Lamela un hombre veloz, fue una mezcla de toro salvaje y Billy “el niño”,
un blanco asturiano en un deporte dominado por negros antillanos,
fue un rayo veloz, un huracán de Avilés, un huracán cojonudo,
Lamela fue gacela, un hombre que quería ser más rápido que el tiempo,
fue gacela Lamela, precoz, dio un salto adelante, atroz, y el tiempo se paró,
durante un decenio su récord nadio lo igualó, nadie se atrevió.
Si Oviedo tiene a Fernando Alonso y Gijón a Enrique Castro “Quini”,
Avilés no se achica y sube al podio a Yago Lamela, con mucho honor,
que de Avilés surgió como gacela para demostrarle a los aficionados
del mundo del deporte que los blancos corren tanto como los de color.
(A Yago Lamela, in memoriam)
No hay comentarios:
Publicar un comentario