Los anglosajones, americanos, irlandeses, canadienses y británicos primordialmente, son más optimistas a la hora de celebrar la víspera de los muertos, la noche de Walpurgis o noche de las brujas, que en la religión católica es noche de difuntos, ellos la llaman Halloween.
La fiesta de Halloween consiste en vaciar una calabaza y hacerle con un cuchillo unos ojos, nariz y boca y ponerle una vela dentro, disfrazarse como si fuese carnaval y salir por la tarde noche de casa a casa a pedir el aguinaldo de tan señalada fecha.
Cuando esto último sucede, los niños llaman a las puertas, sabiendo que a los que visitan tienen preparado algún dulce para ellos. La pregunta clave es "dulce o truco", (trick or treating), una mala traducción del inglés que se ha generalizado, pues la traducción correcta sería "dulce o susto" o "dulce o travesura".
Los niños, disfrazados de muertos vivientes, vampiros, fantasmas, y otros personajes de terror y del más allá, amenazan simbólicamente con darle un susto a la persona que no tenga dulces para ellos cuando les abren la puerta.
La fiesta se completa con otras fiestas en pubs, discotecas, clubs de las ciudades donde los jóvenes se disfrazan y acuden a un gran baile. Todo optimismo para celebrar una fecha triste, qué mejor forma de entender la vida, la de mirar al futuro recordando el pasado con alegría.
A pesar de que en España la gente es reacia a adaptar esta tradición, para eso somos unos auténticos expertos, Halloween se ha extendido con los años a otros países como Australia, Nueva Zelanda, Perú, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, entre otros. En España se prefiere la tragedia griega, como en Italia, por la pérdida del ser querido, es decir, el drama de sentarse en la lápida del panteón con el luto de rigor.
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