Voy a bajar a Málaga, a mi casa, a mi segunda casa. Quiero saborear los tomates, oler las flores, quiero escuchar al malagueño hablar en malagueño, con su gracejo andaluz, quiero tomarme un jerez o un fino de Córdoba, quiero pensar que ha sido un semestre largo y toca descansar la maquinaria cerebral. Quiero experimentar el sosiego del campo, el sol de España y el sexo macho. Quiero ir a la playa, ver los tupperware alemanes y las caras hamacas. Quiero hacer unos largos, nadar en el medio de la nada, sentirme parte de la naturaleza, volver a regar el geranio, escuchar los grillos por la noche, olvidar el polvo del asfalto. Toca ver un quillo y que te llame tocayo, y si puede ser que tenga ocho apellidos vascos. Quiero ver el blanco en las casas y el rojo en los tejados, el cielo azul y el monte calvo, quiero comprobar que la crisis perdura y comprar algo en el estanco. Quiero empaparme de sudor y saludar a los gitanos. Voy para Málaga. Que no se disperse nadie, hay barbacoa, pescado frito y refresco de verano. Que no termine el verano cuando vuelva de Malaga, hay sol en Londres para continuarlo.